El Alamo, resistencia imposible que se convirtio en leyenda
Entre 1517 y 1535, la España de Carlos I de Habsburgo hizo efectivo su dominio sobre México y el conjunto de la América Central derrotando al Imperio Azteca y constituyendo el Virreinato de Nueva España. Paralelamente, España también intentó inspeccionar los territorios existentes más al norte, que en la actualidad forman parte de los Estados Unidos. Así, en 1519, el explorador español Pineda elaboró el primer mapa de la costa de Texas y, en 1528, Cabeza de Vaca llevó a cabo una expedición de Texas a Ciudad de México. Compuesta por muy pocos hombres, encontró un gran número de tribus indias, las cuales informaron a los españoles de la existencia de las denominadas siete ciudades de oro.
La débil colonización española
Con el objetivo de encontrar estas míticas ciudades, el explorador Coronado se adentró, a principios de la década de 1540, desde Nuevo México y Texas hasta el norte de Kansas. Sin embargo, las vastas extensiones desérticas, la hostilidad de los pueblos nativos y, fundamentalmente, el nulo éxito en la búsqueda de las siete ciudades de oro enfriaron la voluntad del Imperio Español de ejercer un dominio significativo sobre los territorios de Texas, Nuevo México y Arizona. Tal era el desinterés de España por la zona que hasta 1682 no se estableció la primera misión y pueblo en Texas: Corpus Christi de la Isleta, cerca de la actual El Paso. Y no solo eso, sino que, entre 1685 y 1690, la Francia borbónica llegó a sustituir a España en el control de Texas, aduciendo que formaba parte de sus posesiones de la Luisiana. El miedo a que los franceses concretaran un dominio efectivo y duradero en Texas obligó a los españoles a replantearse su política. Así, España expulsó a los franceses e inició un proceso de colonización basado en la construcción de misiones religiosas como la de San Francisco de las Tejas (1690) y la de San Antonio de Valero (1718). Esta última ha sido conocida por la posteridad como El Álamo y originó la actual ciudad de San Antonio.
Durante el siglo XVIII, en la repoblación de Texas participaron colonos españoles que se establecieron a lo largo del río Grande, lo que dio lugar a la constitución de la denominada provincia de Nueva Santander, dentro del Virreinato de Nueva España. Sin embargo, la revuelta iniciada en 1810 por los criollos e indígenas de Nueva España contra la corona española hizo temer que Nueva Santander pudiese sumarse a la rebelión. Por esta razón, las autoridades españolas autorizaron que trescientas familias de colonos estadounidenses se estableciesen entre los ríos Brazos y Colorado. El objetivo era dejar en minoría a la población criolla e indígena de Texas susceptible de adherirse al proceso de independencia contra España. La autorización para colonizar tierras de Texas fue otorgada a Moses Austin, que actuaba en nombre del Gobierno de los Estados Unidos. A su muerte, la concesión de tierras para colonos estadounidenses pasó a manos de su hijo Stephen F. Austin, que potenció aún más la llegada de anglosajones a Texas.
El Alamo, resistencia imposible que se convirtio en leyenda. Dibujo de 1.854
Texas en México
En 1821, se desvaneció el dominio de España sobre el Virreinato de Nueva España, que se reconvirtió en el nuevo Estado independiente de México, el cual incorporó a sus fronteras los actuales territorios de California, Nuevo México y Texas. Agustín de Iturbide, antiguo oficial del Ejército virreinal español, se convirtió en emperador de México entre 1822 y 1823 y aceptó sin más la notable presencia de pobladores norteamericanos en Texas.
En 1823, Iturbide fue derrocado por la presión de la burguesía criolla de ideología republicana. Esta se dividió en dos sectores: uno liberal y otro conservador. La facción liberal, que gobernó entre 1823 y 1833, se caracterizó por su talante antiespañol y su admiración por el sistema político de los Estados Unidos. De esta forma, el Imperio fue sustituido por una República Federal que poco hizo por frenar el constante aumento de colonos estadounidenses en la provincia de Texas. Por su parte, los sectores conservadores se definieron como centralistas y probritánicos, y denunciaron la sumisión de los liberales ante el expansionismo estadounidense en la provincia de Texas. En los años 30 del siglo XIX, la población de Texas originaria de los EE.UU. superaba a la mexicana en una cifra que oscilaría entre las 5.000 y las 20.000 personas.
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